«En seguida fue a buscarlo y se le echó a los pies» «Señor, a quien nadie puede ver sino los corazones puros (Mt 5,8), yo busco, por medio de la lectura y de la meditación, lo que es la verdadera pureza de corazón y cómo es posible obtenerla para ser capaz, gracias a ella, de conocerte, aunque sea muy poco. He buscado tu rostro, Señor, he buscado tu rostro (sl 26,8). He meditado mucho en mi corazón, y un fuego se ha encendido en mi meditación: el deseo de conocerte más. Cuando partes para mí el pan de las sagradas Escrituras, me eres conocido en esta fracción del pan (Lc 24,30-35). Y cuanto más te conozco, más deseo conocerte, no solamente en la corteza de la letra, sino en el sabor de la experiencia. «No pido esto, Señor, en razón de mis méritos propios, sino por tu misericordia. Confieso, en efecto, que soy pecador e indigno, pero también 'los perritos comen las migas que caen de la mesa de sus amos'. Dame, Señor, las prendas de la futura herencia, una gota al menos de la llu...