«Cuando el siervo de Dios es visitado por el Señor en la oración con alguna nueva consolación, antes de terminarla debe levantar los ojos cielo y, juntas las manos, decir al Señor: “Señor, a mí, pecador e indigno, me has enviado del cielo esta consolación y dulcedumbre; te las devuelvo a ti para que me las reserves, pues yo soy ladrón de tu tesoro”, Y más: «Señor, arrebátame tu bien en este siglo y resérvamelo para el futuro». «Así debe ser — añadió que, cuando sale de la oración, se presente a los demás tan pobrecillo y pecador como si no hubiera obtenido una gracia nueva> «Por una recompensa pequeña — razonaba aún — se pierde aIgo que es inestimable y se provoca fácilmente al Dador a no dar más” (2C. 99)
“...Para no verse privado de la consolación del Amado, se esforzaba, orando sin intermisión, por mantener siempre su espíritu unido a Dios” (LM 10, 1)
“ y es verdadero y manifiesto que, a causa de muchos consuelos que había recibido y recibía en las criaturas de Dios, compuso poco antes de su muerte unas Alabanzas al Señor por su criaturas, para mover los corazones de los que escuchasen a la alabando de Dio s” ( LP. 88)
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