La consolación proviene de la seguridad que tenemos de que Jesús está presente en nuestras vidas dándonos su shalom, su paz. La veremos a partir de diez elementos que, como diez ladrillos, puedan ayudar a construir la espiritualidad de la consolación. Son ladrillos vividos y reflexionados desde la más lejana situación de consolación como es la guerra y desde la más cercana y maravillosa forma de consolación como es la acción misionera.
Los diez elementos de consolación tomados en consideración son:
ALEGRIA EVANGELICA:
Consolación, dice el profeta Jeremías, es el paso del llanto a la alegría, pero a una alegría mucho mayor que ese dolor. (Jer 31,13). Esta alegría evangélica viene de arriba (2 Cor 1,3 y s) y penetra en el corazón. Es una alegría doble:
A. La alegría receptiva que se experimenta al recibir la gracia de la Palabra. Es la consolación que viene del Padre por el Hijo en el Espíritu. Es la consolación de todos aquellos que esperaban la venida del Consolador y cuyo encuentro con él en forma personal, los llenó de plena alegría como le aconteció a Simeón, a Ana, a Isabel, a Juan Bautista y sobre todo a María inundada por la fuerza del Espíritu,
constituida madre del Salvador y por tanto, plenamente consolada. Es la misma alegría que inunda la vida del apóstol cuando recibe la Palabra (Rom 15,4).
B. La alegría donativa como ofrecimiento misionero de la Palabra, Buena Noticia para los que no la conocen. Quien esto hace, puede llamarse, como Bernabé, hijo de la consolación (Hch 4,36).
Esta alegría como ofrecimiento de la Palabra, está llena de la consolación apostólica que podemos llamar paternal o maternal.
VISION GLOBAL:
Es la mirada de conjunto que percibe las necesidades y las expresa: “¡No tienen vino...!” Jn 2,3). Es esa actitud mariana que sabe mirar lo que los demás no miran, que sabe ver el sufrimiento escondido donde los demás ven todo normal; que sabe penetrar con la mirada intuitivamente y ver las necesidades apremiantes. Al mismo tiempo, no deja esa necesidad escondida en el silencio sino la pone de manifiesto; la denuncia, diríamos hoy.
ESCUCHAR:
Las palabras de Job son muy claras: “El mejor consuelo que ustedes pueden darme es escuchar mis palabras. Tengan paciencia mientras hablo, y después, ríanse si quieren.” (Job 21,1). No se trata de escuchar cualquier cosa sino escuchar la narración de quien sufre y hace vida el sufrimiento. La narración del sufrimiento libera del mismo cuando hay alguien que sabe escuchar. La narración de la propia identidad pisoteada facilita la reconstrucción de la misma. La narración de la historia de mentira y de violencia en la que alguien ha sido atrapado, le permite liberarse de la misma, perdonar al agresor, dar un paso a la reconciliación, reconstruir la memoria. Todo esto es consolación que proviene del
saber escuchar. Bien pedía Salomón a Dios: “Dame un corazón que sepa escuchar” Saber escuchar es ser testigos y mensajeros de un horizonte nuevo, de una narración superior que recoge y recompone la narración violentada.
ESPERANZA:
La esperanza es mirada hacia el futuro, es seguridad de salir del actual túnel de violencia. Es proclamar en la noche que nunca es más oscuro que cuando va a amanecer. Es certeza de que, como en el navegar por los ríos, una corriente en el fondo nos lleva siempre hacia delante. Consolación y esperanza van juntas. Cuando se pierde la segunda, el recuperarla hace vivir la primera: “A los que se arrepienten les concede el volverse a él, y consuela a los que han perdido la esperanza.” (Sira 27,24). Así les aconteció a los discípulos de Emaús que decían: “Nosotros teníamos la esperanza de que él sería el que había de libertar a la nación de Israel. Pero ya hace tres días que pasó todo eso.” (Lc 24,21)
PRESENCIA:
Naturalmente no se trata de cualquier presencia como la de un libro en la biblioteca o la del bibliotecario en su oficina. Se trata de estar presente allí donde hay sufrimiento por la soledad, por el peligro, por la amenaza, por la violencia. Consolación es precisamente palabra compuesta por el “con” de compañía y el “solo” de soledad. La expresión tan habitual entre los misioneros: “ir allí a donde nadie quiere ir”, indica esta forma de consolación como presencia donde la ausencia es significativa.
CONFIRMACION:
No se trata del sacramento sino de una peculiar forma de valorar al otro, de poner de manifiesto no tanto lo que es cuanto lo que puede llegar a ser con sus capacidades y virtudes. Es decirle: “Tú puedes ser aún más, tienes madera.” Es la actitud de Jesús con la adúltera: Vete en paz y no peques más. Tú puedes vivir una vida diferente”. Es la actitud de María, la madre de Jesús: “El Señor ha hecho en mí cosas maravillosas.”
ENSEÑANZA DE LA ORACION:
Se trata de enseñar a orar como lo pedían los discípulos a Jesús y como Juan procedía con sus discípulos…De esa manera, se llega a la compañía más plena porque se llega al encuentro con Jesucristo vivo y a sentir la mirada del Padre que ve en lo secreto. Es la experiencia de Ana y del anciano Simeón frente al niño, los dos felices, han recibido la consolación que esperaban.
PROMOCION DE LA JUSTICIA:
Es el amor social proclamado por Jesús en la sinagoga y en otras circunstancias y para el cual fue ungido por el Consolador, el Espíritu Santo: Lc 4,18-19. La promoción ayuda al otro a ayudarse a sí mismo, a ser el agente de su liberación, a autoelevar su calidad de vida. La consolación adquiere entonces una dimensión planetaria y es un desafío enorme a la globalización injusta en acto de inspiración neoliberal que coloca en una nave veloz y segura a los poderosos del mundo y en otras, inseguras y cada vez más lentas, al resto de la humanidad.
HECHOS DE PAZ:
La bienaventuranza de Jesús no se refiere a los que hablan de paz ni tampoco a los pacíficos. Ella se refiere a los artífices de la paz, esto es, de los que ejecutan verdaderos hechos de paz. Son personas que tanto aman la paz que sacrifican la paz personal para colocarse en medio del conflicto y con su mediación generar acercamiento entre los que están divididos. En este sentido, Jesús fue el gran consolador porque con su cruz colocó el más grande hecho de paz: “Cristo es nuestra paz. Él hizo de judíos y de no judíos un solo pueblo, destruyó el muro que los separaba y anuló en su propio cuerpo la enemistad que existía”. (Ef 2,14).
AMOR A LA VERDAD:
El amor es principio porque el amor impulsa a consolar a otros como anota Pablo (Fil 2,1) y el amor es la culminación porque toda experiencia de haber sido consolado termina en un acto de amor. El máximo consuelo es el amor. Por eso, el salmista exclama: “Que tu amor me sirva de consuelo” (Sal 119,76) y Pablo pone de manifiesto en el corazón mismo de Cristo esa unidad de amor, consolación y esperanza. (2 Tes 2,16). El verdadero amor está impregnado de verdad, de lo contrario más que amor es simple sentimentalismo. La consolación es conversión del llanto en alegría pero en una alegría basada en la verdad. De lo contrario, es sencillamente engaño, palabras vacías, como anota el profeta Zacarías (Zac 10,2). Si la consolación es liberación de la tristeza, de la opresión, de muchos males en tanto es auténtica en cuanto se ciñe a las palabras de Jesús: La verdad les hará libres” (Jn 8,31).
Los diez elementos de consolación tomados en consideración son:
ALEGRIA EVANGELICA:
Consolación, dice el profeta Jeremías, es el paso del llanto a la alegría, pero a una alegría mucho mayor que ese dolor. (Jer 31,13). Esta alegría evangélica viene de arriba (2 Cor 1,3 y s) y penetra en el corazón. Es una alegría doble:
A. La alegría receptiva que se experimenta al recibir la gracia de la Palabra. Es la consolación que viene del Padre por el Hijo en el Espíritu. Es la consolación de todos aquellos que esperaban la venida del Consolador y cuyo encuentro con él en forma personal, los llenó de plena alegría como le aconteció a Simeón, a Ana, a Isabel, a Juan Bautista y sobre todo a María inundada por la fuerza del Espíritu,
constituida madre del Salvador y por tanto, plenamente consolada. Es la misma alegría que inunda la vida del apóstol cuando recibe la Palabra (Rom 15,4).
B. La alegría donativa como ofrecimiento misionero de la Palabra, Buena Noticia para los que no la conocen. Quien esto hace, puede llamarse, como Bernabé, hijo de la consolación (Hch 4,36).
Esta alegría como ofrecimiento de la Palabra, está llena de la consolación apostólica que podemos llamar paternal o maternal.
VISION GLOBAL:
Es la mirada de conjunto que percibe las necesidades y las expresa: “¡No tienen vino...!” Jn 2,3). Es esa actitud mariana que sabe mirar lo que los demás no miran, que sabe ver el sufrimiento escondido donde los demás ven todo normal; que sabe penetrar con la mirada intuitivamente y ver las necesidades apremiantes. Al mismo tiempo, no deja esa necesidad escondida en el silencio sino la pone de manifiesto; la denuncia, diríamos hoy.
ESCUCHAR:
Las palabras de Job son muy claras: “El mejor consuelo que ustedes pueden darme es escuchar mis palabras. Tengan paciencia mientras hablo, y después, ríanse si quieren.” (Job 21,1). No se trata de escuchar cualquier cosa sino escuchar la narración de quien sufre y hace vida el sufrimiento. La narración del sufrimiento libera del mismo cuando hay alguien que sabe escuchar. La narración de la propia identidad pisoteada facilita la reconstrucción de la misma. La narración de la historia de mentira y de violencia en la que alguien ha sido atrapado, le permite liberarse de la misma, perdonar al agresor, dar un paso a la reconciliación, reconstruir la memoria. Todo esto es consolación que proviene del
saber escuchar. Bien pedía Salomón a Dios: “Dame un corazón que sepa escuchar” Saber escuchar es ser testigos y mensajeros de un horizonte nuevo, de una narración superior que recoge y recompone la narración violentada.
ESPERANZA:
La esperanza es mirada hacia el futuro, es seguridad de salir del actual túnel de violencia. Es proclamar en la noche que nunca es más oscuro que cuando va a amanecer. Es certeza de que, como en el navegar por los ríos, una corriente en el fondo nos lleva siempre hacia delante. Consolación y esperanza van juntas. Cuando se pierde la segunda, el recuperarla hace vivir la primera: “A los que se arrepienten les concede el volverse a él, y consuela a los que han perdido la esperanza.” (Sira 27,24). Así les aconteció a los discípulos de Emaús que decían: “Nosotros teníamos la esperanza de que él sería el que había de libertar a la nación de Israel. Pero ya hace tres días que pasó todo eso.” (Lc 24,21)
PRESENCIA:
Naturalmente no se trata de cualquier presencia como la de un libro en la biblioteca o la del bibliotecario en su oficina. Se trata de estar presente allí donde hay sufrimiento por la soledad, por el peligro, por la amenaza, por la violencia. Consolación es precisamente palabra compuesta por el “con” de compañía y el “solo” de soledad. La expresión tan habitual entre los misioneros: “ir allí a donde nadie quiere ir”, indica esta forma de consolación como presencia donde la ausencia es significativa.
CONFIRMACION:
No se trata del sacramento sino de una peculiar forma de valorar al otro, de poner de manifiesto no tanto lo que es cuanto lo que puede llegar a ser con sus capacidades y virtudes. Es decirle: “Tú puedes ser aún más, tienes madera.” Es la actitud de Jesús con la adúltera: Vete en paz y no peques más. Tú puedes vivir una vida diferente”. Es la actitud de María, la madre de Jesús: “El Señor ha hecho en mí cosas maravillosas.”
ENSEÑANZA DE LA ORACION:
Se trata de enseñar a orar como lo pedían los discípulos a Jesús y como Juan procedía con sus discípulos…De esa manera, se llega a la compañía más plena porque se llega al encuentro con Jesucristo vivo y a sentir la mirada del Padre que ve en lo secreto. Es la experiencia de Ana y del anciano Simeón frente al niño, los dos felices, han recibido la consolación que esperaban.
PROMOCION DE LA JUSTICIA:
Es el amor social proclamado por Jesús en la sinagoga y en otras circunstancias y para el cual fue ungido por el Consolador, el Espíritu Santo: Lc 4,18-19. La promoción ayuda al otro a ayudarse a sí mismo, a ser el agente de su liberación, a autoelevar su calidad de vida. La consolación adquiere entonces una dimensión planetaria y es un desafío enorme a la globalización injusta en acto de inspiración neoliberal que coloca en una nave veloz y segura a los poderosos del mundo y en otras, inseguras y cada vez más lentas, al resto de la humanidad.
HECHOS DE PAZ:
La bienaventuranza de Jesús no se refiere a los que hablan de paz ni tampoco a los pacíficos. Ella se refiere a los artífices de la paz, esto es, de los que ejecutan verdaderos hechos de paz. Son personas que tanto aman la paz que sacrifican la paz personal para colocarse en medio del conflicto y con su mediación generar acercamiento entre los que están divididos. En este sentido, Jesús fue el gran consolador porque con su cruz colocó el más grande hecho de paz: “Cristo es nuestra paz. Él hizo de judíos y de no judíos un solo pueblo, destruyó el muro que los separaba y anuló en su propio cuerpo la enemistad que existía”. (Ef 2,14).
AMOR A LA VERDAD:
El amor es principio porque el amor impulsa a consolar a otros como anota Pablo (Fil 2,1) y el amor es la culminación porque toda experiencia de haber sido consolado termina en un acto de amor. El máximo consuelo es el amor. Por eso, el salmista exclama: “Que tu amor me sirva de consuelo” (Sal 119,76) y Pablo pone de manifiesto en el corazón mismo de Cristo esa unidad de amor, consolación y esperanza. (2 Tes 2,16). El verdadero amor está impregnado de verdad, de lo contrario más que amor es simple sentimentalismo. La consolación es conversión del llanto en alegría pero en una alegría basada en la verdad. De lo contrario, es sencillamente engaño, palabras vacías, como anota el profeta Zacarías (Zac 10,2). Si la consolación es liberación de la tristeza, de la opresión, de muchos males en tanto es auténtica en cuanto se ciñe a las palabras de Jesús: La verdad les hará libres” (Jn 8,31).
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