viernes, junio 26, 2009

Saber Consolar

"Saber consolar es un valor aceptado en la actualidad: no porque se nos haya inculcado en la escuela, no porque tenga preeminencia social, sino por algo importantísimo y, a su vez, peculiar: por haberlo experimentado. Nadie que ha sido consolado adecuadamente, o nadie que ha sabido hacerlo piensa que es una tontería".

El consuelo más elocuente carece de voz, no se discute, se ejercita; es cuestión de corazón; "que no hay que explicarlo todo, sino casi todo..."dirá el hijo de la protagonista de Irse de casa. La misma idea, que ya reconoció Pascal, que el corazón tiene razones que no tiene la razón; que no tenemos las facultades para dar todas las razones de las cosas que, sin embargo, sabemos y podemos hacerlas.

Por mucho que la ciencia avance, es más importante que la persona avance sobre sí misma; la Bioética como ciencia multidisciplinar, no renuncia a formar para que se encuentren vías de resolución de errores en la asistencia sanitaria, factores socioeconómicos, ...y/o de muchas otras cuestiones.

Pero, en definitiva, de poco servirían si, junto a ellos, no se alivian con la cercanía de seres queridos o seres que se hacen querer. Recuerdo a un psiquiatra que comentaba que la locura de la sociedad actual no es porque hayamos perdido la cabeza, sino porque falta corazón. En la literatura clásica a sido descrito el corazón como el resumen de la vida humana. "Dime lo que amas, y te diré quién eres..."

Ahora correspondería realizar, pero se sale de la materia, una cálida apología del corazón, la que hace la libertad enormemente fecunda para comprender al hombre en su totalidad, para tener compasión –virtud tan maltratada- no sólo de la indigencia humana, sino de la grandeza –aunque esté escondida en la indefensión, como es el caso del anciano-; una apología que capta las verdades que son verdades universales, aunque no absolutas; precisamente por eso hay mucho campo de iniciativa en la auténtica atención humana de las personas mayores, es labor personal, casi intrasferible, de artesanía; que crea encuentros, y despierta la parte más noble que tenemos; muestra lo vivencial y a veces inédito, que toca a cada cual no tanto tratar de entender, sino madurar y de aplicar.

Es la ya citada meta en esa libertad de la generosidad, de la gratuidad.Como muy bien ha afirmado un experto en humanidad :"Ninguna institución puede de suyo sustituir el corazón humano, la compasión humana, el amor humano, la iniciativa humana, cuando se trata de salir al encuentro del sufrimiento ajeno".

El corazón es el verdadero yo, dirá von Hildebrand. Cuando consolamos a una persona , lo que logramos es que sea su corazón el que nos llame, el que nos de, el que nos pida. Eso lo entendemos todos.: así es la persona...Quedan puntos suspensivos..., pero al menos recordemos que Consolar es estar de acuerdo con la vida. Como la sonrisa del médico formado en Bioética personalista.

Autor:
Gloria María Tomás y Garrido

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