lunes, enero 24, 2011

La Falsa y la verdadera Humildad

Habra personas que por fuera aparentamos y fingimos ser humildes, inclinamos la cabeza, buscamos el último lugar, hablamos de nuestros defectos... pero por dentro nos creemos mucho: no cedemos nunca, queremos hacer siempre nuestra voluntad, no aceptamos la crítica de un amigo, ni una corrección de un superior. Aparentamos ser sencillos, pero en nuestro interior siempre andamos sintiendonos más que los demás. Esta humildad es una humildad fingida. Habra otras personas que nos sentimos de verdad tan poca cosa, que nos da pena si alguien reconoce las cualidades que tenemos, que nos enfocamos exclusivamente en nuestros defectos. Incluso a veces nos creemos tan humildes que nos sentimos desilusionados, abatidos, desalentados.


Fíjate bien, ser humilde no es rechazar las cualidades que tienes, ¡claro que las tienes! pero las tienes gracias a Dios y no por mérito propio. En tus manos está el incrementarlas y usarlas para bien.

Es importante reflexionar que ser humilde tampoco significa conformarse con lo que uno es y decir: "como tengo defectos y los reconozco, así me quedaré".

La verdadera humildad es reconocer con realismo todo lo bueno y todo lo malo que tengo, y después tomarlo en mis manos y saber que yo solo no puedo hacer nada con ello, pero con la ayuda de Dios, puedo aumentar mis cualidades y corregir mis defectos para poder realizar la voluntad de Dios en mi vida.

MEDIOS PARA LOGRAR LA HUMILDAD

Contemplar a Cristo humilde. Él siendo nada más y nada menos que el hijo de Dios, siempre fue humilde y sencillo, desde su nacimiento hasta su muerte en la cruz, nunca hizo alarde de todas sus cualidades y poder.
Empieza a servir a los demás sin esperear ninguna recompensa o ser alabado por ello.
Siempre que haga algo bueno tratar de pasar desapercibido.
Aprender a recibir ayudad de los demás, aunque me cueste trabajo y procurar dar las gracias siempre

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