“Sentarse a los pies” de Jesús para escuchar su palabra es una de las metáforas que mejor describe al discípulo. La verdadera familia de Jesús son aquellos que “se sientan a su alrededor” (Mc 3, 31-35). No lo son los parientes que llegan a buscarlo, porque estiman que deshonra a la familia con su comportamiento (3, 21) ni los maestros de la ley, venidos de Jerusalén, que piensan que está endemoniado (3, 22). Su nueva familia y su nuevo pueblo son sus discípulos que se sientan a sus pies y lo aceptan como Mesías de Dios.
Quien no se sienta a los pies de Jesús, pone en peligro su identidad de discípulo al no escuchar al Señor. Según los evangelios sinópticos, las notas distintivas del discípulo de Jesús son tres: a)- seguir a Jesús para escucharlo, ser testigos de sus acciones, conocer su proyecto y adqu irir sus sentimientos; b)- la ruptura con la familia por el anuncio del Reino, y c)- la itinerancia, la persecución y la pobreza propias de la misión de un profeta de Dios.
En el relato de Lucas, Marta representa a los cristianos venidos del judaísmo, atados aún al cumplimiento de la ley mosaica y de las tradiciones judías. María, en cambio, representa a los cristianos (judíos o no) que, desde la novedad de Jesucristo y del Reino, interpretan las leyes mosaicas: les importa escuchar al Mesías que da cumplimiento a la voluntad de Dios revelada en la antigua alianza por Moisés. Marta, dueña de casa, está «atareada» con todo el servicio que exige una Buena hospitalidad. Dos verbos retratan el espíritu que domina en Marta: anda inquieta (o “preocupada, afanada”) y afligida (o “turbada, molesta”; Lc 10, 41). María, en cambio, escapa a la lógica de las cosas y acepta la lógica de Dios: ella se da tiempo para sentarse a los pies de Jesús y escuchar al «Hijo amado» del Padre (3, 22). Mientras Marta se afana por alimentar al Maestro con una febril actividad, María se afana por alimentarse del Maestro sentada a sus pies. María se sienta a los pies de su Señor para “escuchar su palabra”. En griego, los verbos “escuchar” (akoú ) y “obedecer” (yp-akoú) comparten la misma raíz por lo que muchas veces en la Biblia “escuchar” significa simplemente obedecer. Toda otra disposición que no sea “escuchar”, toda otra actividad que no sea “sentarse a sus pies" se vuelve secundaria (Lc 12, 31-33). Lo sustantivo del discípulo es escuchar - obedecer al Padre que habla por Jesús, su Verbo.
Para el discípulo, “escuchar al Padre” se convierte en:
- “aceptar estar con Jesús”: vocación (Mc 3, 13; Hch 4, 13);
- “seguir tras Él”: formación (Mt 4, 20. 22; 8, 19; Lc 5, 11)
- para conocer y hacer “su camino”: estilo de vida (Hch 9, 2; 18, 26; 19, 23)
- y “ser su testigo”: misión (Hch 1, 22; 4, 20; 5, 32).
Daniel Espinoza
Autor y Administrador del blog Sed Consolación
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