Puede ser que tú juzgues que es cosa difícil el orar porque no sabes como hacerlo. Cada uno de nosotros debe ayudarse a orar: en primer lugar, recurriendo al silencio, puesto que no podemos ponernos en presencia de Dios si no practicamos el silencio, tanto interior como exterior. Hacer silencio dentro de nosotros mismos no es cosa fácil, pero es un esfuerzo indispensable. Tan sólo en el silencio encontraremos una nueva fuerza y la verdadera unidad. La fuerza de Dios llegará a ser la nuestra para poder cumplir cualquier cosa tal como se debe; será lo mismo para llegar a que nuestros pensamientos estén unidos a los suyos, para la unión de nuestras oraciones con sus oraciones, para la unidad de nuestros actos con sus actos, de nuestra vida con su vida. La unidad es el fruto de la oración, de la humildad, del amor.
Dios habla en el silencio del corazón; si te pones frente a Dios en el silencio y la oración, Dios te hablará. Y sabrás entonces que tú no eres nada. Dios no puede llenarte de él mismo hasta que tú no conozcas tu nada, tu vaciedad. Las almas de los grandes orantes son almas de gran silencio.
El silencio hace cambiar nuestra visión de las cosas. Tenemos necesidad del silencio para llegar a «tocar» las almas de los demás. Lo esencial no es lo que nosotros decimos, sino lo que Dios dice, lo que nos dice, lo que dice a través de nosotros. En un silencio así, él nos escuchará; en un silencio así, hablará a nuestra alma, y escucharemos su voz.
Daniel: gracias por tu comentario, es un lujo tenerte en mis entradas.
ResponderEliminarUn abrazo,
Marisa._
Otra cosa, Daniel, aprovechando la visita. ¿Estás al tanto de que muchos estamos a favor de que le den el Nobel de la Paz a Vicente Ferrer, ese misionero español que dedicó su vida a los más pobres, en la India?
ResponderEliminarInfórmate. A través de Google encontrarás direcciones sobre este asunto. Y, si lo ves acertado, podrías difundirlo. Se trata de recaudar votos por esta causa.
Un abrazo.
¡Hola Daniel! Me apunto también por este extraordinario misionero Vicens Ferrer,.
ResponderEliminarDe tu precioso comentario, te cuento qyue estando en rehabilitación esperando mi turno de aparatos, me senté en un banco con otra señora que ya nos conocíanos de todos los días. Había mucho ruido,20 pacientes y el ruido de algunos paratos. Me quedé callada por dentro y por fuera, de tal modo que esa señora percibió que estaba orando. Al cabo de un rato me preguntó: Hna. estaba usted orando con todo este follón? y le dije Sí. Pues expliquéme cómo se hace, yo también quiero saber orar en medio del ruido. Al cabo de 15 días orando conmigo, supo orar sola a solas con Dios.
Con ternura
Sor.Cecilia
Hola Daniel, excelente tu blog y entrada.
ResponderEliminarEs importante el silencio, o como a mi me gusta sentir: el sonido del silencio.
Saludos y buena semana.
Gracias por sus comentarios...
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