Algunos, ya desde niños, abrieron su corazón a la gracia del Espiritu Santo. Pero otros se resistieron mucho tiempo. Veamos el ejemplo del apasionado y mundano San Agustin. EL mismo nos cuenta como gastó muchos años de su vida esclavizado en muchos pecados: "Ardía en el deseo de saciar mis bajos apetitos, y me converti en una selva de amores oscuros...
Me excedí en todo Le concedí a la lujuria todo poder sobre mi vida y con todas mis fuerzas me entregue a ella".
Pero a pesar de conocer de cerca los vicios y todo tipo de placeres, cuando abrió el corazón al amor de Dios, se lamentó de haber gastado sus energias en esas vanidades, se lamentó de no haber encontrado ante el cautivante amor divino: ¡ Qué tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva!
Muchos de nosotros no hemos tenido nunca una vida muy desenfrenada, o no hemos experimentado una maravillosa liberación como Agustin. Pero todos estamos llamados a una vida mejor, más santa, más buena. Invoquemos al Espiritu Santo para poder lograrlo. El es capaz de transformarlo todo si le damos espacio en nuestra existencia.
Me uno a tu oración, invocando al Espíritu Santo para que sea el dueño de nuestras almas, de nuestras vidas y de nuestros actos.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Me parece un blog fantástico. Se nota en todos los detalles que estás santificando por medio de El. Animo, ánimo, mucho ánimo que para transmitir al Señor tenemos las fuerzas aseguradas. Unidos en la oración.
ResponderEliminarVengo a agradecer tu visita y me encuentro con el Espíritu Santo, una bendición tu espacio. Gracias.
ResponderEliminarTe sigo.........leyendo.......
Besos:)