domingo, abril 11, 2010

Visita de Nicodemo

Juan 3, 1-8

Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él.» Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.» Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.»


Reflexión

¿Nacer de lo alto? Pero, ¿Qué significa esta pregunta y afirmación de Cristo? ¿Acaso un espíritu puede engendrar algo? Efectivamente. Da a luz a un nuevo ser pero como hijo de Dios. Como dice el catecismo en el número 782 “nacer de lo alto significa ser miembro de este cuerpo no por el nacimiento físico, sino por el “nacimiento de arriba”, “del agua y del Espíritu”, es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo”.

En qué conflictos doctrinales se metería Cristo con lo judíos de ese tiempo pues decir que era necesario nacer de lo alto significaba introducir nuevas doctrinas difíciles de interpretar y que además venían dichas por el “hijo del carpintero”. Qué gran ejemplo de Cristo en enseñarnos cómo se transmite su palabra dada por su Padre. Deja de lado los conocimientos eruditos de los judíos y les predica la verdadera doctrina de la salvación. El bautismo que les abrirá las puertas del Reino de Cristo y les hará verdaderos hijos de Dios.

Nosotros como bautizados hemos recibido esta gracia de Dios. Ya somos sus hijos merecedores de su herencia, del cielo y sobre todo de su amor. Ahora como hijo de Dios debemos hacer honor a nuestro nombre cuidando el gran tesoro de la gracia. No podemos derrochar la magnífica herencia que se nos tiene preparada por un placer terrenal pasajero. Podemos conservar el nombre de hijos de Dios manteniendo limpia nuestra vida de gracia, que significa amistad con Cristo. ¿Cómo trataríamos a un amigo que tanto queremos y estimamos? De la misma forma hay que tratar a Cristo, como un amigo que quiere corresponder a su amistad.

4 comentarios:

  1. ¡Hola! Daniel:
    Sí, Jesús tuvo confictos doctrinadles, hoy los seguimos teniendo, cuando uno se da cuenta de la deformacion existente de lo que es la vida cristiana, no le valen ni todos los papeles del Magisterio de la Iglesia para que cedan en su cerrazón, así es que, tardaremos mucho algunos en volver a nacer miestras sólo nos miremos a nosotros mismos y no miremos a Dios en los hermanos.
    Con ternura
    Sor.Cecilia Codina Masachs O.P

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  2. Pienso en lo dificil que sería entender todo el mensaje de Jesús. Todo renovado con el Bautismo y su Resurrección. Nosotros lo hemos recibido todo muy mascadito y aún así seguimos preguntándonos tantas cosas que no logramos ver por nuestra falta de fe. Tú lo dices. Hay que tratar a Cristo.
    Un abrazo hermano.

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  4. Bendito sea Dios.
    Era difícil entender los mensajes de Jesús.

    Miremoslas a Ella, la Maestra de Nuestra Fe: Ella formó el Corazón de Jesús y si la coronamos como Reina del nuestro, Ella derramara los dones del Espíritu Santo, para nacer cada día, para ser grato perfume para su Hijo Jesús, para dar frutos y frutos en abundancia, para cumplir "Hagan todo lo que Él les diga".
    No estamos olvidando a Jesús, cuando acudimos a Nuestra Madre: Ellos son inseparables, donde está Ella, está Él ... Ella nos alcanza los dones de la Humildad, Disponibilidad y Apertura, para que Jesús haga la Obra en nosotros. Ella nos prepara, nos enseña que ropa nueva usar y que ropa vieja debemos dejar de usar.
    A Jesús por María.
    Que la Madre sea la Madre.
    Paz y bien.
    En los Corazones de Jesús y María
    Miguel Santa María, Montevideo, Uruguay

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