lunes, marzo 15, 2010

Que el dolor no nos sea indiferente

Hace unos meses Haití vivía el peor desastre natural de su historia, que dejó al menos 230.000 muertos, más de 300.000 heridos y 1.200.000 personas sin hogar. Medio minuto fue suficiente. Treinta y cinco interminables segundos y una intensidad de 7,0 grados en la escala de Richter alcanzaron para devastar un país donde ya reinaba el hambre, la pobreza y la desesperanza. Las viviendas se convirtieron en ruinas. El caos se apoderó de todos. La calle se volvió violenta. Pero entre tanta desolación quedaron imágenes que alivian el dolor de la tragedia.
Como la de la beba de 23 días rescatada de entre los escombros varios días después del terremoto. O la del pequeño de cinco años que alzó sus brazos en medio de la oscuridad cuando los voluntarios lo devolvieron a la vida.

Cuando todo parece desplomarse, cuando las certezas tambalean, cuando los hombres fallan, cuando las instituciones vacilan, sólo Él permanece para siempre. Sólo Él sigue vivo y radiante iluminando la noche del mundo. Sólo El tiene palabras de vida eterna.

Que la fe en la resurrección nos siga animando y estimulando a vivir como cristianos, a seguir caminando y luchando a pesar de las dificultades. Porque con Jesús todo es posible.

1 comentario:

  1. Yo añadriría que El siempre está presente, cuidadndo y amando, casi se podría decir que haciendo lo que le dejamos. Nuestra libertad es lo primero que respeta. Ella es la causa de elegir el bien o el mal, ella es la causa que Dios pueda actuar en nosotros o echarlo de nuestras vidas. Pero El está siempre, esperando poder derramar su amor.

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