Había gran alboroto en la ciudad por la visita anunciada para ese día. Las calles estaban llenas de gente que esperaba ansiosa ver aparecer al Gran Personaje.
Zaqueo era un hombre rico, de mala fama entre los judíos y a sus oídos habían llegado historias de Jesús el Nazareno.
"Quiero conocerlo" - se decía a sí mismo - y luchando entre la muchedumbre buscaba un lugar donde ponerse sin que nadie le estorbara, pues era un hombre de baja estatura.
De pronto ve un árbol y decide trepar en él. Se acomoda y con ansia espera la llegada de Jesús.
Zaqueo era un hombre rico, de mala fama entre los judíos y a sus oídos habían llegado historias de Jesús el Nazareno.
"Quiero conocerlo" - se decía a sí mismo - y luchando entre la muchedumbre buscaba un lugar donde ponerse sin que nadie le estorbara, pues era un hombre de baja estatura.
De pronto ve un árbol y decide trepar en él. Se acomoda y con ansia espera la llegada de Jesús.
"Ahí viene" - grita la gente -. El corazón de Zaqueo da un vuelco cuando lo ve de lejos.
Jesús camina entre la gente. Zaqueo no le quita los ojos de encima y con alegría reconoce que la realidad había superado a su imaginación pues realmente aquel hombre de vestido sencillo parecía todo un Rey.
De pronto algo insólito e inesperado. Jesús se detiene, lo mira y le dice: "Hey Zaqueo, baja de ahí porque hoy quiero ir a tu casa".
Zaqueo no puede creer que los ojos de aquel Gran Señor se posaran en su persona pero como impulsado por mil resortes da un brinco y le dice: "Señor daré la mitad de mis bienes a los pobres y si en algo te defraudé perdóname".
Al oír estas palabras muchos se dijeron: "Pero si este hombre es un pecador como es que este judío va a comer en la casa de un pecador?"...
Qué gran encuentro el de Zaqueo con Jesús. Qué gran regalo recibe un pecador que abre las puertas de su corazón a Jesús.
Pero este encuentro no está reservado a hombres predestinados sino es una experiencia que todo ser humano puede llegar a tener. Para que el sol entre por la ventana solo basta correr la cortina. El sol no hace distinción entre las diversas ventanas para entrar por ellas.
Para ser Zaqueos no se necesita tener dinero, o un puesto político de alto rango. No se necesita ser ni sabio ni científico, sólo se necesita tener un fuerte deseo de estar cerca de el mismo Nazareno que transformó a ese pecador. Tampoco se necesita de un árbol sino de fe que permita ver su rostro frente a frente sin que nadie lo impida.
Para tener un encuentro tal y como el de Zaqueo, se necesita reconocer que se tiene un espíritu enfermo que las manos divinas puedan curar. Se necesita amar al prójimo, al hermano, al amigo, y saber perdonar al enemigo. Es necesario saber reconocer las propias faltas y también saber pedir perdón, pues la medicina solo surte efecto una vez que el enfermo reconoce que lo está y que necesita de ella para curarse.
En aquel encuentro, Jesús dijo a Zaqueo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa pues este también es Hijo de Abraham. El Hijo de Dios ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido".
Estas palabras están dichas no solo para aquel pecador sino para todos los Zaqueos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, de todas las naciones y de todas las generaciones.
Si se desea sentir el calor del sol, sólo basta abrir la ventana y dejar que sus rayos penetren hasta el rincón más profundo.
Autor: Raquel Rdz. de Estrada
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