viernes, febrero 05, 2010

Acepto el llamado hermoso a la eternidad

Sabiduría 3, 1-9
Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los alcanzará ningún tormento. Los insensatos pensaban que los justos habían muerto, que su salida de este mundo era una desgracia y su salida de entre nosotros, una completa destrucción. Pero los justos están en paz.La gente pensaba que sus sufrimientos eran un castigo, pero ellos esperaban confiadamente la inmortalidad.
Después de breves sufrimientos recibirán una abundante recompensa, pues Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí. Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto agradable.

En el día del juicio resplandecerán y se propagarán como chispas en un cañaveral. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor reinará eternamente sobre ellos.

Los que confían en el Señor comprenderán la verdad y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado, porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos.

Meditatio

Si la muerte, de manera general, se presenta como un verdadero misterio, más aún la muerte de una persona joven o de un niño, y de aquellos que consideramos "inocentes". Esto, al margen de la Sagrada Escritura, no encuentra explicación, pareciera no tener sentido, sin embargo, cuando leemos que nuestra vida termina en Dios y que nuestra estancia en esta tierra es sólo un camino hacia los brazos amorosos de nuestro Padre Celestial, todo empieza a tener sentido. Nuestra permanencia en la tierra es sólo temporal pues nuestra casa definitiva es el Cielo. Algunos son llamados antes, otros después, pero la gran esperanza cristiana es que todos un día estaremos reunidos en la casa del Padre para gozar eternamente de la felicidad.

Este pasaje en particular nos instruye en el hecho de que la muerte no es un castigo, sino precisamente lo contrario, pues a través de esta puerta que llamamos "muerte" es que tenemos acceso a la eternidad de Dios.

Aprendamos a ver la muerte no con temor, sino con esperanza; para los que vivimos en el amor de Dios la muerte será quizás el momento más importante de nuestra existencia terrena; además de aprender, ayudemos a los demás a vivirlo en paz.

Oratio

Señor, desconozco cuándo será el fin de mis días en esta tierra, sin embargo, Dios mío, hoy renuncio al temor a ella, renuncio en el nombre de Jesús al miedo de morir, en cambio acepto el llamado hermoso a la eternidad y espero ese día con una expectativa anhelante que aguardo respetuoso y cuidadoso de mi conducta mientras esta llega. Sólo te pido, Señor, que cuando sea el momento yo haya verdaderamente terminado mi misión aquí y que al mirarte cara a cara pueda escucharte decir: "Bien, siervo bueno y fiel, pasa a disfrutar del gozo de tu Señor".

Operatio

Hoy pensaré en las cosas que me gustaría aportar con mi vida y cómo me gustaría que fuera mi final en esta tierra.

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