viernes, noviembre 27, 2009

El otro consolador, Parte 2

Jesucristo planificó todo su trabajo de una manera admirable y perfectamente administrada antes de ir para estar con su Padre. En sus tres años de ministerio ni le faltó ni le sobró tiempo para cumplir sus soberanos propósitos. Su presencia entre nosotros respondió a un plan divinamente trazado. Momentos antes de ir a la cruz, y frente a la tristeza de sus amados discípulos, les dice: “Nos os dejaré huérfanos; vendré otra vez” v.18.


La vida de Jesús que involucró su servicio y entrega por nosotros, pudieran haber sido suficientes para seguirle, pero su obra habría estado incompleta. La venida del otro Consolador aseguraría obra iniciada y la continua presencia de Cristo entre nosotros. La solicitud al Padre de otro Consolador, levantaría el ánimo a los apesadumbrados discípulos. Se ha dicho que la soledad no es buena compañía. Jesús sabía desde el principio que “no es bueno que el hombre esté solo”.

Un nuevo Consolador les daría el poder para seguir adelante. Les enseñaría todas las cosas que tenían que hacer y disfrutarían de su compañía no solo por tres años sino por el resto de la vida, pues había dicho que estaría “con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. El otro Consolador sería el mejor don del cielo para ellos. Y ciertamente el Espíritu Santo como ese otro Consolador vino el día de Pentecostés y desde allí está con nosotros. El es quien nos conduce al arrepentimiento, produciendo en nosotros el “nuevo nacimiento” al convencernos de pecado, justicia y juicio. Escogió nuestro cuerpo como templo de su morada. Nos selló y nos ha dado las “arras del Espíritu”. Nos introdujo al cuerpo de Cristo que es su iglesia y nos capacitó con sus dones celestiales. El es quien nos da el poder para hablar con “denuedo su palabra”. El se anticipa para tocar los corazones a quienes nosotros le hablaremos del amor de Cristo. Su presencia en nuestros corazones es para llenarnos de modo que vivamos vidas victoriosas y plenas del gozo y del propósito de Dios. Como Consolador él puede producir la paz del cual Cristo habló antes de irse v. 27.

Y sobre todas las cosas él nos está guiando y preservando en el camino que nos conduce a la vida eterna. El cristiano es alguien que puede cantar “hay un dulce Espíritu aquí y yo se que es el Espíritu del Señor”. Sí, el Espíritu Santo es el mismo Señor Jesucristo con nosotros. Si Jesucristo es “Dios con nosotros”, entonces el Espíritu Santo debería “Cristo con nosotros” para consolarnos.

4 comentarios:

  1. Hola amigos: ojalá surjan más páginas como esta, es una gozada ver cómo viven la fe los jóvenes (y los que no lo son tanto) inmersos en el amor al Padre.
    Ahora debemos mantener las lámparas encendidas para alumbrale el camino al Niño Jesús hacia nuestros corazones. No debemos dejar ninguna puerta cerrada: ¡que entre a raudales!.

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  2. Gracias por su blog, poco a poco lo voy meditando. Siempre se crece con los dones que dios ha dado a mis hermanos en la fe.
    Las monjas de clausura disponemos de poco tiempo, no obstante, haré lo posible para seguir su blog.
    Que el Señor le bendiga
    Sor.Cecilia Codina Masachs O.P
    «ESTOY A TU LADO»

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  3. Gracias por su blog, poco a poco lo voy meditando, las monjas de clausura disponemos de poco tiempo, pero es muy necesario apreciar los dones que tienen mis hermanos en la fe.
    Que Dios le bendiga.
    Sor.Cecilia Codina Masachs O.P
    «ESTOY A TU LADO»

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  4. Estoy de nuevo aquí:
    Ciertamente que nuestro consolador que Jesús nos prometio,se hace notar, te enseña internamente casi sin que te des cuenta , hasta que forma parte de ti,y ya no puedes pasar sin él, sin invocarle desde que despunta el nuevo día hasta que los ojos se cierran cansados de la fatíga del día.
    Sor.Cecilia Codina Masachs O.P
    «ESTOY A TU LADO»

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