domingo, septiembre 06, 2009

¿Miedo? ¡No huyas de la vida!

Dicen quienes se consideran expertos en Psicología del ser humano que sólo hay dos emociones: el amor y el miedo. Y que ambas son tan antiguas como la vida. Pero mientras que la primera nos permite alcanzar la felicidad, la segunda se convierte en un hándicap tremendo que nos impide no sólo gozar de la vida sino disfrutar de buena salud tanto física como mental.

Nuestro cuerpo, como consecuencia de la herencia genética, tiene registrado un fortísimo impulso de supervivencia que está grabado en cada una de sus células. Cuando las condiciones de supervivencia eran muy adversas, nuestro cerebro desencadenó toda una serie de mecanismos inconscientes tendentes a protegernos del medio hostil que nos rodeaba. Miles de años después muchos de esos mecanismos siguen activos y, a pesar de que las condiciones externas han variado sustancialmente, hay situaciones que activan determinadas áreas cerebrales que desencadenan, igual que antaño, la producción de sustancias bioquímicas que se distribuyen por el torrente sanguíneo y provocan un vasto repertorio de alteraciones emocionales.
El problema es que -la mayoría de las veces- esas energías emocionales que se generan no encuentran una fácil canalización y se quedan almacenadas produciendo bloqueos que más tarde desembocan en problemas físicos.
Esto sucede porque el enemigo contra el que tendríamos que defendernos no está fuera sino dentro. Es decir, no hay algo externo que atente contra nuestra vida sino que son procesos mentales -a veces inconscientes- los que nos hacen saltar los resortes del miedo y su consecuencia inmediata: la inseguridad.

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