domingo, septiembre 20, 2009

A causa de su gran amor

«A causa de su gran amor»
«Que me bese con un beso de su boca» (Ct 1,2). ¿Quién es que habla así? La esposa [del Cantar de los cantares]. ¿Y quién es esta esposa? El alma sedienta de Dios. ¿Y a quién habla? A su Dios... No se podrían encontrar palabras más tiernas para expresar la ternura recíproca de Dios y del alma, que los del Esposo y la esposa. Todo les es común, no poseen nada propio ni aparte. Es única su heredad, única su mesa, única su casa, incluso es única la carne que los constituye unidos (Gn 2,24)... Si la palabra amar pertenece de manera especial y en primer lugar al esposo, no es sin buenas razones que se da el nombre de esposa al alma que ama a Dios. La prueba de que ama es que pide a Dios un beso. No desea ni la libertad, ni la recompensa, ni una herencia, ni tan sólo una enseñanza, sino un beso, al modo de una casta esposa, levantada por un santo amor e incapaz de esconder la llama que le abrasa el corazón... Si, su amor es casto puesto que sólo desea a aquel que ama, y no cualquier otra cosa que sea de él. Su amor es santo puesto que no ama con un deseo pesado y carnal sino con la pureza del espíritu. Su amor es ardoroso, y ebria de este mismo amor, olvida la grandeza de Aquel que ama. En efecto ¿no es él que con una mirada hace temblar la tierra? (Sl 103,32). ¿Es a él a quien pide un beso? ¿No está ebria? Sí, está ebria de amor por su Dios... ¡Qué fuerza en el amor! ¡Qué confianza y qué libertad en el Espíritu! ¿Cómo expresar con mayor claridad que « el amor echa fuera el temor? (1Jn 4,18).

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