El camino de la muerte es éste: ante todo, es malo y lleno de maldición: asesinatos, adulterios, pasiones, fornicaciones, robos, idolatría, magia, hechicería, saqueos, falsos testimonios, hipocresías, doblez de corazón, engaño, soberbia, maldad, presunción, avaricia, lenguaje obsceno, envidia, temeridad, ostentación, fanfarronería, falta de temor; perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad, amantes de la mentira, desconocedores del salario de la justicia, no concordes con el bien ni con el juicio justo, no vigilantes para el bien, sino para el mal; alejados de la mansedumbre y de la paciencia, amantes de la vaciedad, perseguidores de la recompensa, despiadados con el pobre, indolentes ante el abatido, desconocedores del que los ha creado, asesinos de niños, destructores de la obra de Dios, que vuelven la espalda al necesitado, que abaten al oprimido, defensores de los ricos, jueces injustos de los pobres, pecadores en todo. ¡Ojalá, hijos, permanezcáis alejados de todo esto! (...)
En cuanto a la Eucaristía, dad gracias así. En primer lugar, sobre el cáliz:
«Te damos gracias, Padre Nuestro, por la santa vid de David, tu siervo, que nos diste a conocer por Jesús, tu siervo.
A Ti gloría por los siglos».
Luego, sobre el fragmento de pan:
«Te damos gracias, Padre Nuestro, por la vida y el conocimiento que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A Ti la gloría por los siglos. Así como este trozo estaba disperso por los montes y reunido se ha hecho uno, así también reúne a tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino.
Porque tuya es la gloria y el poder por los siglos por medio de Jesucristo».
Nadie coma ni beba de vuestra Eucaristía a no ser los bautizados en el nombre del Señor, pues acerca de esto también dijo el Señor: «No deis lo santo a los perros».
Después de haberos saciado, dad gracias de esta manera:
«Te damos gracias, Padre Santo, por tu Nombre Santo que has hecho habitar en nuestros corazones, así como por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has dado a conocer por Jesús tu siervo. A Ti la gloria por los siglos.
Tú, Señor omnipotente, has creado el universo a causa de tu Nombre, has dado a los hombres alimento y bebida para su disfrute, afín de que te den gracias y, además, a nosotros nos has concedido la gracia de un alimento y bebida espirituales y de vida eterna por medio de tu Siervo.
Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A Ti la gloría por los siglos.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia para librarla de todo mal y perfeccionarla en tu amor y a Ella, santificada, reúnela de los cuatro vientos en el reino tuyo, que le has preparado. Porque Tuyo es el poder y la gloría por los siglos.
¡Venga la gracia y pase este mundo! ¡Hosanna al Dios de David! ¡Si alguno es santo, venga!; ¡el que no lo sea, que se convierta! Maranatha. Amén».
Así pues, al que venga para enseñaros todo lo anteriormente dicho, recibidlo. Si el que enseña tergiversa y expone otra doctrina para destruir, no lo escuchéis. Si enseña para hacer crecer la justicia y el conocimiento del Señor, recibidlo como al Señor (...).
Todo el que venga en el nombre del Señor sea recibido. Después, poniéndolo a prueba, lo conoceréis, pues tenéis el conocimiento [para distinguir] la derecha y la izquierda. Si el que viene está de paso, ayudadle cuanto podáis, pero que no permanezca entre vosotros más de dos días o tres si fuese necesario. Pero si quiere establecerse entre vosotros y tiene un oficio, que trabaje y coma. Si no tuviera oficio, atendedle según vuestra conciencia, de manera que un cristiano no viva ocioso entre vosotros. Si no quiere obrar así, es un comerciante de Cristo. Guardaos de éstos (...).
En cuanto al domingo del Señor, una vez reunidos, partid el pan y dad gracias después de haber confesado vuestros pecados para que vuestro sacrificio sea puro. Todo el que mantenga contienda con su compañero, no se reúna con vosotros hasta que se reconcilie, para que vuestro sacrificio no se profane. Pues a éste hay que referir lo dicho por el Señor: «En todo lugar y en todo tiempo me ofreceréis un sacrificio puro, porque soy rey grande, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre los pueblos ] (...)».
Corregios mutuamente no con ira, sino con paz, como lo tenéis en«el Evangelio. A todo el que peque contra otro, nadie le hable ni sea escuchado por vosotros hasta que se arrepienta. Vuestras oraciones, limosnas y todas las acciones realizadlas tal como lo tenéis en el Evangelio de Nuestro Señor.
Vigilad por vuestra vida. Que vuestras lámparas no se apaguen y vuestras cinturas no dejen de estar ceñidas; por el contrario, estad preparados, pues no sabéis la hora en que Nuestro Señor viene. Reunios frecuentemente para buscar lo que conviene a vuestras almas, pues no os servirá todo el tiempo de vuestra fe, si no sois perfectos en el último momento. Pues en los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, las ovejas se convertirán en lobos y el amor se cambiará en odio. Pues al crecer la maldad, se odiarán unos a otros, se perseguirán, se traicionarán y, entonces, aparecerá el seductor del mundo como hijo de Dios; hará signos y prodigios espantosos, la tierra será entregada en sus manos y obrará la impiedad que jamás existió desde el inicio del tiempo. Entonces, los hombres vendrán al fuego de la prueba y muchos se escandalizarán y perecerán, pero los que hayan permanecido en su fe se salvarán por el mismo anatema. Y entonces aparecerán los signos de la verdad. En primer lugar, el signo de la extensión del cielo; luego, el signo del sonido de la trompeta; y en tercer lugar, la resurrección de los muertos. Como fue dicho: «Vendrá el Señor y todos los santos con Él»2. Entonces, el mundo verá venir al Señor sobre las nubes del cielo.
En cuanto a la Eucaristía, dad gracias así. En primer lugar, sobre el cáliz:
«Te damos gracias, Padre Nuestro, por la santa vid de David, tu siervo, que nos diste a conocer por Jesús, tu siervo.
A Ti gloría por los siglos».
Luego, sobre el fragmento de pan:
«Te damos gracias, Padre Nuestro, por la vida y el conocimiento que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A Ti la gloría por los siglos. Así como este trozo estaba disperso por los montes y reunido se ha hecho uno, así también reúne a tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino.
Porque tuya es la gloria y el poder por los siglos por medio de Jesucristo».
Nadie coma ni beba de vuestra Eucaristía a no ser los bautizados en el nombre del Señor, pues acerca de esto también dijo el Señor: «No deis lo santo a los perros».
Después de haberos saciado, dad gracias de esta manera:
«Te damos gracias, Padre Santo, por tu Nombre Santo que has hecho habitar en nuestros corazones, así como por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has dado a conocer por Jesús tu siervo. A Ti la gloria por los siglos.
Tú, Señor omnipotente, has creado el universo a causa de tu Nombre, has dado a los hombres alimento y bebida para su disfrute, afín de que te den gracias y, además, a nosotros nos has concedido la gracia de un alimento y bebida espirituales y de vida eterna por medio de tu Siervo.
Ante todo, te damos gracias porque eres poderoso. A Ti la gloría por los siglos.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia para librarla de todo mal y perfeccionarla en tu amor y a Ella, santificada, reúnela de los cuatro vientos en el reino tuyo, que le has preparado. Porque Tuyo es el poder y la gloría por los siglos.
¡Venga la gracia y pase este mundo! ¡Hosanna al Dios de David! ¡Si alguno es santo, venga!; ¡el que no lo sea, que se convierta! Maranatha. Amén».
Así pues, al que venga para enseñaros todo lo anteriormente dicho, recibidlo. Si el que enseña tergiversa y expone otra doctrina para destruir, no lo escuchéis. Si enseña para hacer crecer la justicia y el conocimiento del Señor, recibidlo como al Señor (...).
Todo el que venga en el nombre del Señor sea recibido. Después, poniéndolo a prueba, lo conoceréis, pues tenéis el conocimiento [para distinguir] la derecha y la izquierda. Si el que viene está de paso, ayudadle cuanto podáis, pero que no permanezca entre vosotros más de dos días o tres si fuese necesario. Pero si quiere establecerse entre vosotros y tiene un oficio, que trabaje y coma. Si no tuviera oficio, atendedle según vuestra conciencia, de manera que un cristiano no viva ocioso entre vosotros. Si no quiere obrar así, es un comerciante de Cristo. Guardaos de éstos (...).
En cuanto al domingo del Señor, una vez reunidos, partid el pan y dad gracias después de haber confesado vuestros pecados para que vuestro sacrificio sea puro. Todo el que mantenga contienda con su compañero, no se reúna con vosotros hasta que se reconcilie, para que vuestro sacrificio no se profane. Pues a éste hay que referir lo dicho por el Señor: «En todo lugar y en todo tiempo me ofreceréis un sacrificio puro, porque soy rey grande, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre los pueblos ] (...)».
Corregios mutuamente no con ira, sino con paz, como lo tenéis en«el Evangelio. A todo el que peque contra otro, nadie le hable ni sea escuchado por vosotros hasta que se arrepienta. Vuestras oraciones, limosnas y todas las acciones realizadlas tal como lo tenéis en el Evangelio de Nuestro Señor.
Vigilad por vuestra vida. Que vuestras lámparas no se apaguen y vuestras cinturas no dejen de estar ceñidas; por el contrario, estad preparados, pues no sabéis la hora en que Nuestro Señor viene. Reunios frecuentemente para buscar lo que conviene a vuestras almas, pues no os servirá todo el tiempo de vuestra fe, si no sois perfectos en el último momento. Pues en los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, las ovejas se convertirán en lobos y el amor se cambiará en odio. Pues al crecer la maldad, se odiarán unos a otros, se perseguirán, se traicionarán y, entonces, aparecerá el seductor del mundo como hijo de Dios; hará signos y prodigios espantosos, la tierra será entregada en sus manos y obrará la impiedad que jamás existió desde el inicio del tiempo. Entonces, los hombres vendrán al fuego de la prueba y muchos se escandalizarán y perecerán, pero los que hayan permanecido en su fe se salvarán por el mismo anatema. Y entonces aparecerán los signos de la verdad. En primer lugar, el signo de la extensión del cielo; luego, el signo del sonido de la trompeta; y en tercer lugar, la resurrección de los muertos. Como fue dicho: «Vendrá el Señor y todos los santos con Él»2. Entonces, el mundo verá venir al Señor sobre las nubes del cielo.
Vivir cada día como si fuese el último de nuestra vida, porque esta es la realidad. Cada jornada es un nuevo don del Señor. Estemos preparados para cuando nos llame en el momento que sea. Imitemos a lar vírgenes prudentes
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