viernes, julio 17, 2009

María, Madre de toda Consolación

El ser humano se ve sacudido no sólo por la enfermedad del alma: el pecado ... y la enfermedad del cuerpo: el dolor físico, sino que la vida está llena de espinas y abrojos que nos afligen, nos oprimen y no nos dejan vivir en paz porque lastiman el corazón y llenan de lágrimas los ojos.

Resumimos todo esto bajo el nombre genérico de TRIBULACIONES y AFLICCIONES que serán motivos para apreciar más la bondad de María Santísima que nos consuela, si recurrimos a Ella con mayor frecuencia y confianza.

Nadie negó y nadie puede negar jamás la existencia del dolor en el mundo. Se nace con llanto; se crece luchando contra tantos obstáculos que hacen sufrir: se vive bajo el peso diario de responsabilidades y preocupaciones.

La filosofía de todos los tiempos ha intentado en vano eliminar el dolor de la vida; no ha logrado más que arrancar aquello que explica el misterio del dolor y lo hace llevadero, arrancando a Dios del corazón de muchos hombres ... y EL DOLOR MAS TERRIBLE ES SUFRIR SIN DIOS.

Cuando el dolor se nos presenta en alguna de sus formas, se pregunta uno angustiosamente ¿por qué el dolor? Y si la FE no ilumina, si la FE no responde a este doloroso ¿por qué?, se pierde la interrogación en el vacío sin una respuesta que satisfaga.

Solamente la FE nos da una respuesta tranquilizadora, digna de la Sabiduría de Dios y de la dignidad del hombre. Cuando con el primer pecado se precipitaron los hombres en el abismo de la condenación eterna, Dios misericordioso, - en el mismo instante en que prometía enviar al Redentor - confió la humanidad al Angel del dolor para que la purificara y la hiciera semejante al Restaurador prometido, que nos redimiría precisamente a través de las humillaciones y de los más grandes dolores.

El pecado introdujo en el mundo el dolor y la muerte: del pecado provienen las adversidades.

El dolor recibió de Dios una misión providencial; es el artífice de toda grandeza moral. Para que el dolor cumpla en nosotros su misión debe ser acogido con FE CONSCIENTE y con cristiana resignación.

Sin embargo, el dolor es siempre dolor y exprime del corazón las lágrimas que son la sangre del alma. ¿Quién podrá ofrecernos el alivio necesario? ¿Quién podrá CONSOLARNOS? María Santísima, nuestra amorosa Madre la Consoladora de los afligidos, Ella puede y quiere endulzar nuestras amarguras y aliviar nuestros dolores, si se lo permitimos.

María hace suyas nuestras aflicciones y se apropia nuestro dolor, si se lo entregamos, y una sola mirada de piedad y de amor de esta dulce Madre basta para tranquilizar el corazón más adolorado y suavizar las más fuertes adversidades.

¡Oh Madre piadosa, CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS, calma nuestras angustias!.

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