lunes, abril 20, 2009

En 800º aniversario, Benedicto XVI pide a franciscanos embellecer rostro de la Iglesia

En 800º aniversario, Benedicto XVI pide a franciscanos embellecer rostro de la Iglesia

El Papa Benedicto XVI pidió a la Familia Franciscana embellecer el rostro de la Iglesia, comenzando por ellos mismos, al conmemorar los 800 años de la aprobación de la "proto-regla" de San Francisco por el Papa Inocencio III.

El Santo Padre recibió en el palacio apostólico de Castelgandolfo a unos tres mil miembros de la Familia Franciscana que han participado en Asís en el "Capítulo de las esteras", para conmemorar el origen de la orden franciscana y el octavo centenario de su aprobación pontificia.

"Como Francisco, comenzad siempre por vosotros mismos. Si sois capaces de renovaros en el espíritu del Evangelio, seguiréis ayudando a los pastores de la Iglesia a embellecer cada vez más su rostro de esposa de Cristo. Esto es lo que el Papa, hoy como en vuestros orígenes, espera de vosotros", indicó.

"¡Han pasado ocho siglos y hoy habéis querido renovar el gesto de vuestro fundador!", exclamó el Papa. "Todos vosotros sois hijos y herederos de aquellos orígenes. Como Francisco y Clara de Asís volved a empezar siempre desde Cristo para ver su rostro en los hermanos que sufren y llevar a todos su paz. Sed testigos de la belleza de Dios, que Francisco cantó contemplando las maravillas de la creación", dijo.

Asimismo, les pidió seguir "arreglando la casa del Señor Jesucristo, su Iglesia", recordando que el terremoto de los Abruzos ha destruido muchas iglesias, aunque "hay otra ‘ruina’ que es mucho más grave: la de las personas y las comunidades".

La historia franciscana

Benedicto XVI recordó que la docena de frailes que siguió a Francisco de Asís, ha pasado a ser a lo largo de los siglos "una multitud diseminada en todos los lugares del mundo. Como pastor de toda la Iglesia quiero agradeceros el don precioso que sois para el pueblo cristiano. Del arroyo que brotó en las faldas del Monte Subasio se ha formado un gran río que ha ofrecido una aportación notable a la difusión universal del Evangelio".

Francisco, agregó el Pontífice, "experimentó la potencia de la gracia divina y se sintió muerto y resucitado. Todas sus riquezas anteriores, cualquier motivo de orgullo y seguridad, todo pasa a ser una "pérdida" a partir del momento del encuentro con Jesús crucificado y resucitado. Dejar todo se vuelve casi necesario para expresar la abundancia del don recibido".

Benedicto XVI, resumiendo el motivo de su encuentro con la Familia Franciscana: "El Evangelio como regla de vida", subrayó que San Francisco "se comprendió a sí mismo enteramente a la luz del Evangelio. Ese es su atractivo y su perenne actualidad. El Pobrecillo se transformó en evangelio viviente capaz de llevar a Cristo a hombres y mujeres de todas las épocas, sobre todo los jóvenes que prefieren lo radical a las medias tintas. El obispo de Asís, Guido, y después el Papa Inocencio III, reconocieron en el propósito de Francisco y de sus compañeros la autenticidad evangélica e impulsaron su decisión con la perspectiva del bien de la Iglesia".

Sin embargo, observó el Santo Padre, "Francisco habría podido también no ir a ver al Papa. En su época se formaban muchos grupos y movimientos religiosos entre los cuales algunos se contraponían a la Iglesia como institución o, por lo menos, no buscaban su aprobación. Seguramente una actitud polémica hacia la jerarquía habría dado a Francisco no pocos seguidores. En cambio, el pensó enseguida en poner su camino y el de sus seguidores en las manos del obispo de Roma, el sucesor de Pedro. Esto revela su auténtico espíritu eclesial. El pequeño "nosotros" que empezó con sus primeros frailes lo concibió desde el principio dentro del gran "nosotros" de la Iglesia una y universal".

"Fue esto lo que el Papa apreció y reconoció, porque él también habría podido no aprobar el proyecto de vida de Francisco. Más aún, podemos imaginar que entre los colaboradores de Inocencio III algunos se lo hayan aconsejado, quizá temiendo que aquel grupo de frailes fuera semejante a otras agregaciones heréticas y pauperistas de la época. En cambio el romano pontífice, bien informado por el obispo de Asís y por el Cardenal Giovanni di San Paolo supo discernir la iniciativa del Espíritu Santo y acogió, bendijo y alentó a la naciente comunidad de los "frailes menores".

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