“Dime cuánto y a qué juegas y te diré quien eres”
(El juego en la edad adulta)
El juego es una expresión de la vida interna de las personas, una manifestación del ser y una proyección de cómo te relacionas contigo mismo y con los demás.
El ser humano juega desde antes de nacer y puede seguir jugando hasta antes de morir. El juego es importante en todas las etapas de la vida. Jugamos porque estamos dotados de una increíble capacidad imaginativa y creativa que permite a nuestra mente canalizar un gran número de pensamientos, emociones y sentimientos que, sin estos maravillosos recursos (imaginar y crear), no podrían ser expresados.
¡El hombre necesita jugar! La falta de juego convierte a las personas en candidatos potenciales a la psicoterapia. Existen adultos tan dañados por la falta de juego que inclusive se les tiene que enseñar a jugar de nuevo para poder iniciar con su terapia. El adulto tiene que aprender a divertirse mientras juega ya que el juego implica eso precisamente: divertirse, dispersar la mente, usar la fantasía, relajarse y disfrutar.
En la etapa adulta, las personas se aferran tanto a su trabajo y/o a sus obligaciones y responsabilidades personales y profesionales que dejan de lado el saludable y necesario tiempo de juego. ¿Te has puesto a pensar en la cantidad y en la calidad del tiempo que dedicas a jugar diariamente?, ¿realmente juegas, o haces como que juegas? Porque jugar es gozar el momento. El trabajo y el juego no tienen que ser mutuamente excluyentes. El trabajo puede convertirse en algo alegre y satisfactorio en tu vida. Un estado mental lúdico aplicado a tu situación laboral puede generar grandes beneficios y ayudarte a solucionar problemas de una manera inteligente y divertida dándote una sensación de bienestar y equilibrio en tu vida. C. G. Jung decía:
“Sin jugar con la fantasía, todavía no ha nacido ningún trabajo creativo”.
¿Sabías que jugar te permite madurar?, ¿Has visto que las personas torpes o amargadas son frecuentemente inmaduras en aspectos físicos, mentales o socio-emocionales? El juego nos permite aprender y, dependiendo del tipo de juego, desarrollar numerosas habilidades. Cuando dejas de jugar te privas de la oportunidad de aprender algo acerca de ti mismo, acerca de la vida o acerca de los demás. El juego también nos permite ser más flexibles, más creativos y nos proporciona sentimientos de seguridad, confianza, logro y pertenencia. Podrás argumentar que ciertos juegos te causan enojo y frustración. Cuando esto suceda es que en realidad no estás jugando, estás tratando de demostrar algo o estás compitiendo.
¿Qué pasaría si dejáramos de jugar? Simple y sencillamente se afectaría nuestra salud mental, nuestras relaciones interpersonales, nuestro trabajo, nuestra vida. El uso de la imaginación y la fantasía nos permite visualizar la vida de maneras más alegres y positivas y nos da la sensación de que podemos vencer obstáculos y alcanzar metas. Jugar y soñar despiertos son algunas de las herramientas que nos ayudan a alcanzar nuestros más caros anhelos y convertir en realidad aquello que realmente nos interesa disfrutar.
Te invito a jugar y a utilizar tu valiosísimo poder mental para convertir tu vida en una auténtica aventura creativa. Diseña estrategias para cambiar tus situaciones personales, familiares y laborales en verdaderas obras maestras. Permítete ser feliz cada día y dar felicidad a quienes te rodean a través de algo tan sencillo, simple, inocente, saludable y positivo como lo es el juego.
Dice Lenore Terr, autora premiada por la Asociación Norteamericana de Psiquiatría: “Si acostumbras jugar … sigue jugando. Si nunca juegas … comienza a hacerlo. El juego es una llave perdida que debemos encontrar, porque abre las puertas del alma”.
Dios nos pide en numerosos versículos de la Biblia que estemos alegres. Para quienes deseamos complacerle y cumplir Su voluntad, tenemos una útil y práctica “llave” para conseguirlo: el juego.
Dime cuánto juegas y te diré cómo eres.
María Lourdes Valdés Conte (Ms. Lulú)
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