Nuevamente estamos por celebrar el Nacimiento del Salvador del mundo, el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. Lo que sucedió hace poco más de 2,000 años ha significado para la humanidad un acontecimiento sumamente importante, ya que a la luz de este Nacimiento nuestra historia tuvo una nueva orientación y un nuevo destino, forjándose para todos un final diferente, ya que por el pecado estábamos condenados.
Este final no lo gobernará ni el mal ni la muerte, sino el bien, el amor y la vida.
Este final no lo gobernará ni el mal ni la muerte, sino el bien, el amor y la vida.
El triunfo definitivo de Jesús sobre las fuerzas malignas tuvo un inicio y éste se dio de una forma sencilla y extraordinaria a la vez, ya que el Dios todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo cuanto existe, se revistió de nuestra débil y frágil condición humana; en todo igual a nosotros menos en el pecado.
Dice Santo Tomás de Aquino que “lo que no se asume no se redime”. Dios no nos salvó desde allá, desde lejos o desde arriba, sino desde aquí, haciéndose uno como nosotros, pasando nuestras mismas penas, dolores y sufrimientos, no “para saber que se siente”, sino para darle a todo un nuevo sentido y por lo mismo, un nuevo valor. Dios asumió todo lo que forma parte de nuestra naturaleza para redimirla y por eso podemos llamar a Jesús nuestro Hermano.
Dice la Filosofía griega que en Dios su esencia se identifica con su existencia. Dios no tiene cosas, DIOS ES. Por eso, San Juan en su primera carta, afirma categóricamente que DIOS ES AMOR. Si el orden de los factores no altera el producto, entonces podemos afirmar que el AMOR ES DIOS. Y este AMOR, el único que existe, es el que se hizo carne, el amor tomó forma humana, carne y hueso como todos nosotros.
Dios siempre nos ha amado y eso debemos recordarlo. Por lo mismo será importante retomar las características del amor divino para que comprendamos mejor el hecho mismo de por qué y para qué Dios se hizo carne:
¿CÓMO NOS AMA DIOS?
Incondicionalmente: Dios no espera a que seamos buenos para amarnos. Él nos ama como somos, pues Él nos creó. “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. Romanos 5, 8. También Dios dirá al Pueblo de Israel en el Antiguo Testamento: “Te amaré aunque tú no lo merezcas”.
Infinitamente: Es decir, no tiene límites, no hay medida, frontera ni barrera. Por eso dice san Pablo: “Nada nos podrá apartar del amor de Cristo: ni la espada… ni la muerte…”. Todos cabemos en el amor de Dios y aquí nadie está excluido, ni está más allá del horizonte divino. Todos somos objetos de su inmenso amor. Recordemos esto y siempre tengámoslo presente: Dios nunca dejará de amarte. El día en que deje de amarte, ese día Él dejará de ser Dios.
Eternamente: Su amor nunca se acabará, no tiene fin. Si se acabara Él dejaría de ser Dios porque Dios es esencialmente amor. “Dejarán de existir las montañas, desaparecerán los ríos, pero mi amor por ti, Israel, no se acabará”. Además, San Pablo en su carta a los Corintios (cap 13) nos dice que “desaparecerá la fe, desaparecerá la esperanza, sólo permanecerá el amor”.
Fiel: “Como una madre nunca abandona a su hijo, yo nunca lo haré y si hubiera una madre que lo hiciera, Yo nunca te abandonaré”. Nos podrán fallar nuestros padres, nuestros hermanos o amigos, nosotros mismos podremos fallar, el nunca fallará es Dios.
Misericordioso-Su amor nos sana: Gracias a ese amor tan grande obtenemos el perdón infinito. Si estamos llamados a perdonar hasta 70 veces 7 es porque así perdona Dios. Su amor reconstruye, nos hace nuevos, por eso podemos ser cera blanda entre sus dedos o barro fresco como en las manos del alfarero.
Dios, al hacernos a su imagen y semejanza, nos infundió la capacidad de amar y nos dejó como mandato el amarnos. Pero ¿cómo amar de verdad? Tenemos que acercarnos a Jesús y pedirle: Señor, enséñanos a amar como Tú nos has amado.
Vemos que en tiempos de Jesús para el fariseo, su síntesis era LA LEY, pero para Jesús su síntesis es EL AMOR
2.-Criterios en referencia al amor de Jesús:
A) Amar no significa decir siempre que sí: a veces tendremos que decir no y esto nos hará sufrir: “quien bien te quiere…” en ocasiones privamos de algo a los niños porque sabemos que no les hace bien.
B) El amor no puede existir si no se fundamenta en el perdón: No podemos afirmar que amamos y no ser capaces de perdonar, ya que el perdón está íntimamente ligado al amor. Dios me perdona porque me ama.
La Encarnación del Hijo de Dios es la muestra extraordinariamente grande de un Dios infinitamente comprometido con la humanidad y hasta las últimas consecuencias. Por eso, en este tiempo tan hermoso no nos quedemos sólo con adornar el pino navideño, regalar cosas y celebrar posadas que más bien parecen fiestas paganas.
Este tiempo tiene que ser de reflexión para acercarnos mejor al misterio divino y de una profunda alegría para comunicar eficazmente a los demás aquello que Dios nos vino a dar, su Regalo por excelencia: su mismo Hijo: “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Único Hijo para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna” Juan 3, 16
Al atardecer de nuestra vida se nos examinará en el amor” San Juan de la Cruz
¡FELIZ NAVIDAD!
Daniel, hermosa entrada, llena de amor.
ResponderEliminarQue Dios te bendiga, gracias por tus palabras que llegan al alma como una caricia.
besitos para ti. ¡FELIZ NAVIDAD!
Tanto amo Dios al mundo que le entregó a su Hijo Único.
ResponderEliminarEs lo que me inspira decir tu post.
Besos
Hola, Daniel:
ResponderEliminarEl tiempo de la esperanza ha llegado, el Señor Jesús viene a nuestras almas trayéndonos su luz de amor.
Gracias por visitarme, felices fiestas navideñas.
Abrazos.
Gracias querido amigo por este año compartido.
ResponderEliminarQue en estas fiestas renazca el amor y la luz de la esperanza
Y los sueños se transformen en una bella realidad.
Besitos para ti querido amigo, que Dios te bendiga.
¡¡FELIZ NAVIDAD PARA TI!!
Descubro tu blog y me quedo viéndolo.
ResponderEliminarSaludos.