Dr. César Lozano
Hace unos días fui testigo de una escena que quisiera no haber presenciado. Y estoy seguro que lo que te voy a contar lo has visto alguna vez o ¿por qué no? quizá has participado directa o indirectamente en una acción como ésta. Acudí a un restaurante en compañía de mi familia, y en una mesa ubicada junto a la nuestra, estaba una familia integrada por un matrimonio y tres hijos menores de 12 años.
De repente, la armonía que se percibía en ellos desapareció en forma abrupta cuando la niña más pequeña, de aproximadamente 5 años, derramó accidentalmente el vaso con refresco sobre la mesa. El padre, visiblemente molesto, furioso, se levantó de la silla al mismo tiempo que se limpiaba el pantalón y le gritaba a la pequeña: “¿Cuándo se te quitará lo bruta? ¡No puedo creerlo! ¡Siempre haces tus tonterías!” Por supuesto que la reacción de la niña no se hizo esperar. Empezó a llorar, deseando regresar el tiempo y no haber realizado esa acción, que no fue más que un simple accidente, pero que tanto enojo provocó en su padre. Desde ese momento el silencio reinó en esa mesa. Nadie sonreía. La madre intentaba infructuosamente limpiar la camisa del hombre y le pedía que se tranquilizara. La armonía desapareció. El buen humor se esfumó y un sentimiento de culpabilidad se apoderó primero de la niña, que jamás hubiera deseado que su padre se enfureciera, y finalmente del padre, porque al cabo de unos minutos, ya calmado, se notaba su arrepentimiento y se sentía mal, apenado, viendo a su hijita llorar desconsoladamente.
Qué verdad escribió Stephen Covey: “El 10 por ciento de la vida está relacionado con lo que te pasa. El restante 90 por ciento está determinado por la forma en la que reaccionas a lo que te pasa”.
Esto quiere decir, que realmente no tenemos control solamente del 10 por ciento de lo que nos sucede. Hay cosas que por más que nos esforcemos no podemos evitar. Por ejemplo: Gente complicada que se relaciona con nosotros. Recuerda lo que dice la Biblia, “A los pobres siempre los tendrás”. No dice qué tipo de pobres. Así que un tipo de pobreza es la gente que no tiene consideración ni respeto a los demás. Tampoco podemos evitar el mal tiempo, ni el exceso de tráfico, ni que de repente se ponche una llanta. Son cosas que por naturaleza pueden ocurrir.
Lo que sí podemos modificar y que constituye el 90 por ciento de nuestra vida, es la forma en la que reaccionamos a cada una de las situaciones que se presentan en nuestro diario vivir.
Estoy consciente de que tenemos nuestro carácter y que muchas veces nos desesperamos hasta por causas muy simples. Pero volviendo al caso de la familia en el restaurante, qué diferentes hubieran sido los momentos posteriores a la inconsciente acción de la niña, si el padre hubiera reaccionado en otra forma.
Imagínate ahora esta escena. La niña tira el refresco. El padre de familia se levanta rápidamente para no ensuciarse más la ropa y procura limpiarla. Voltea hacia la niña y le dice con paciencia: “Hijita, ten más cuidado por favor”. Se dispone a componer la mesa y ¡ya! Que siga la alegría.
A veces tenemos que “mordernos la lengua” para no hablar de más. Yo lo he vivido y estoy seguro que tú también. Y si nos quedamos callados, es porque ya recibimos esa dolorosa lección por hablar de más, gritar y hacer escándalo por sucesos que al paso del tiempo nos damos cuenta que eran circunstancias insignificantes.
No olvides que con nuestras acciones creamos anécdotas que la gente que nos conoce, que nos ama, contará en su oportunidad. Momentos que pueden parecer simples, se convierten en recuerdos imborrables. Tampoco debemos olvidar que la palabra tiene un gran poder y las ofensas que hagamos pueden ser aceptadas como decretos y ocasionar un daño posterior muy grande.
La madurez de los seres humanos se mide en las adversidades, sean complejas o simples. Tú y yo podemos decidir sobre la manera como reaccionamos ante lo que nos sucede, y para eso te recomiendo tres efectivas acciones que contribuirán a lograr ese objetivo tan importante:
- Un jugador procura hacer su plan antes de actuar. Una cantante visualiza lo que quiere que ocurra en el escenario. Por lo tanto te recomiendo que al inicio de tu día te programes para tener paciencia y prudencia durante las próximas horas. Al iniciar así tu día, te aseguro que cuando ocurra un incidente, podrás reaccionar conscientemente.
- Procura practicar y ejercitar en las cosas simples que te ocurran esos dos dones: la paciencia y la prudencia. No esperes a que llegue una crisis para poner en práctica el control de las emociones más lamentables, entre ellas, la ira. Practica, practica y vuelve a practicar en cualquier momento el control de tus emociones: En los congestionamientos del tránsito, en las inclemencias del tiempo, en el trato con la gran variedad de personas y especímenes desagradables que se nos presentan en la calle, escuela o trabajo. No olvides que “El hábito no hace al monje”. Contrólate cuantas veces sea necesario. Antes de hablar, piensa tus palabras y tus acciones; respira profundo y cuenta hasta 10, 100 ó 1000 y luego actúa.
- Analiza tus reacciones en el pasado. Evalúa cuál es la imagen que tiene de ti la gente que está a tu alrededor y si es ese el recuerdo que deseas que perdure siempre.
No lo dudes. Por supuesto que podemos controlar la forma en la que reaccionamos. ¿Si otros lo pueden hacer, por qué tú y yo no?
Si analizamos las veces que nos enfadamos caemos en la cuenta de que son nimiedades. El hombre viejo que llevamos dentro no deja salir al nuevo.Ese orgullo, es el que acaba siempre saliendo y delatando nuestra falta de amor.
ResponderEliminarGracias por la reflexión. Abrazos
la tolerancia, el entendimiento, el razonamiento, la comprensión: son virtudes universales. lástima tantos y tantas que no saben qué significan.
ResponderEliminarun abrazo
MUY BONITA REFLEXIÓN, ME GUSTÓ MUCHO Y ME HIZO PENSAR...GRACIAS!!!
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