Esta es la última parte de esta enseñanza, la abstinencia es una verdadera penitencia, cuando queremos ir mas allá de lo común Dios nos da la fuerza y los elementos para seguir, ¿estas dispuesto?
Por lo que toca al ayuno, la Iglesia, buscando ayudar a los fieles a caminar en esta vía penitencial, ha “normado” esta práctica. Actualmente sugiere que el ayuno consiste en: Un vaso de leche o un café con pan en la mañana;
nada entre comidas; una comida ligeramente reducida (frugal) y por la noche un café con pan.
Las primeras comunidades encontraron que el privarse el viernes de comer “carne” era una manera de renunciar a lo superfluo, comiendo pescado que era un alimento muy económico y además era el que comían los pobres. De esta manera no solo se dominaba el apetito sino que la diferencia económica entre el pescado y la carne se repartía como limosna a los pobres. Sin embargo, ¿podríamos hoy decir que el no comer carne es efectivamente un acto de penitencia? Si somos honestos con nosotros mismos debemos responder que no (al menos para muchos hermanos). Y es que hoy en día el kilo de pescado y el de carne están más o menos a la misma altura, incluso, a veces, más caro el pescado, sobre todo en el tiempo de Cuaresma en el que en ocasiones se da un abuso en el precio. El ir a comer a un restaurante un buen filete de pescado tampoco parecería ser una verdadera penitencia. Mucho menos si pensamos que la gente pobre de nuestro país no come carne NUNCA. El día de abstinencia debe ser un día de verdadera penitencia, día de austeridad y de renuncia. Ciertamente para algunos el no comer carne puede ser una verdadera penitencia, pero no para los hermanos que viven en una situación de marginación (aun para la clase media). Si quisiéramos recuperar el espíritu que animó a los primeros a hacer penitencia los viernes, deberíamos pensar en la comida que comen los pobres, que en nuestro caso, estaríamos hablando de frijoles y tortillas. El viernes de Cuaresma es un día para hacer penitencia y no para comer pescado.
Aprovechemos este tiempo de Cuaresma para crecer en nuestra vida de santidad y permitir a Dios tomar más participación en nuestra vida. Una Cuaresma vivida con intensidad nos ayudará a celebrar la Pascua con la alegría y el gozo de quien se ha esforzado por alcanzar la estatura del varón perfecto que es Jesucristo.
Que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo y el amor del Padre los acompañen en este caminar. Recurran a la penitencia y al ayuno, les permitirá llegar con gozo hasta el encuentro con el Dios vivo.
Reciban mis bendiciones.
Por lo que toca al ayuno, la Iglesia, buscando ayudar a los fieles a caminar en esta vía penitencial, ha “normado” esta práctica. Actualmente sugiere que el ayuno consiste en: Un vaso de leche o un café con pan en la mañana;
nada entre comidas; una comida ligeramente reducida (frugal) y por la noche un café con pan.
Las primeras comunidades encontraron que el privarse el viernes de comer “carne” era una manera de renunciar a lo superfluo, comiendo pescado que era un alimento muy económico y además era el que comían los pobres. De esta manera no solo se dominaba el apetito sino que la diferencia económica entre el pescado y la carne se repartía como limosna a los pobres. Sin embargo, ¿podríamos hoy decir que el no comer carne es efectivamente un acto de penitencia? Si somos honestos con nosotros mismos debemos responder que no (al menos para muchos hermanos). Y es que hoy en día el kilo de pescado y el de carne están más o menos a la misma altura, incluso, a veces, más caro el pescado, sobre todo en el tiempo de Cuaresma en el que en ocasiones se da un abuso en el precio. El ir a comer a un restaurante un buen filete de pescado tampoco parecería ser una verdadera penitencia. Mucho menos si pensamos que la gente pobre de nuestro país no come carne NUNCA. El día de abstinencia debe ser un día de verdadera penitencia, día de austeridad y de renuncia. Ciertamente para algunos el no comer carne puede ser una verdadera penitencia, pero no para los hermanos que viven en una situación de marginación (aun para la clase media). Si quisiéramos recuperar el espíritu que animó a los primeros a hacer penitencia los viernes, deberíamos pensar en la comida que comen los pobres, que en nuestro caso, estaríamos hablando de frijoles y tortillas. El viernes de Cuaresma es un día para hacer penitencia y no para comer pescado.
Aprovechemos este tiempo de Cuaresma para crecer en nuestra vida de santidad y permitir a Dios tomar más participación en nuestra vida. Una Cuaresma vivida con intensidad nos ayudará a celebrar la Pascua con la alegría y el gozo de quien se ha esforzado por alcanzar la estatura del varón perfecto que es Jesucristo.
Que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo y el amor del Padre los acompañen en este caminar. Recurran a la penitencia y al ayuno, les permitirá llegar con gozo hasta el encuentro con el Dios vivo.
Reciban mis bendiciones.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Ernesto María Caro, Sac.
Ernesto María Caro, Sac.
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