En tiempos de aflicción, necesitamos a otros tanto como ellos nos necesitan a nosotros. Pero seguro que no quieres dar esa clase de consuelo que algunos amigos de Job le dieron y que hizo que los llamara “consoladores molestos” y “médicos nulos”. Job los comparó con los arroyos secos del desierto.
Tenemos que alabar en estos amigos de Job que se mantuvieron en contacto con él. Ellos viajaron muchos kilómetros para estar junto Job en sus tribulaciones. Además, se mantuvieron callados por toda una semana como muestra de simpatía. A veces no es necesario que hables para animar a alguien que sufre, ¿verdad?
Ellos reaccionaron ante las palabras de Job, en lugar de hacerlo ante sus sentimientos. Él estaba aplastado y se dedicaron a argumentar con él. Para consolar al que sufre, tienes que escuchar con el corazón, no con tus oídos.
Ellos se dedicaron a explicar en lugar de animar. Volvieron al quebrantado Job en un centro de debate y no en un lugar para encontrarse con Dios. El que sufre quiere estar seguro que tú puedes escucharlo sin criticarlo.
No vivimos de explicaciones, sino de las promesas de Dios. Al consolar, en lugar de dedicarte a explicar, da una promesa de Dios (La Biblia está llena de ellas) al que sufre.
Tú estás para infundir vigor moral al que sufre. Recuerda que consolamos a alguien no con argumentos irrebatibles, sino con amor y aceptación inquebrantables.
Dios es Dios de toda consolación. Lo mejor que puedes hacer para consolar al que sufre es enfocarte en Dios. No es tarea tuya defender a Dios, sino más bien demostrar a Dios de forma práctica.
En este mundo que sufre, debes ser canal del consuelo de Dios para ayudar a las personas a tener valor para enfrentar la vida, sabiduría para saber qué hacer, fortaleza para hacerlo y fe y esperanza para esperar en Dios.
Tenemos que alabar en estos amigos de Job que se mantuvieron en contacto con él. Ellos viajaron muchos kilómetros para estar junto Job en sus tribulaciones. Además, se mantuvieron callados por toda una semana como muestra de simpatía. A veces no es necesario que hables para animar a alguien que sufre, ¿verdad?
¿En qué fallaron al tratar de consolar al sufriente Job?
Ellos se dedicaron a explicar en lugar de animar. Volvieron al quebrantado Job en un centro de debate y no en un lugar para encontrarse con Dios. El que sufre quiere estar seguro que tú puedes escucharlo sin criticarlo.
No vivimos de explicaciones, sino de las promesas de Dios. Al consolar, en lugar de dedicarte a explicar, da una promesa de Dios (La Biblia está llena de ellas) al que sufre.
Tú estás para infundir vigor moral al que sufre. Recuerda que consolamos a alguien no con argumentos irrebatibles, sino con amor y aceptación inquebrantables.
Dios es Dios de toda consolación. Lo mejor que puedes hacer para consolar al que sufre es enfocarte en Dios. No es tarea tuya defender a Dios, sino más bien demostrar a Dios de forma práctica.
En este mundo que sufre, debes ser canal del consuelo de Dios para ayudar a las personas a tener valor para enfrentar la vida, sabiduría para saber qué hacer, fortaleza para hacerlo y fe y esperanza para esperar en Dios.
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